A Grenouille le quedaba suficiente perfume como para esclavizar al mundo entero, si hubiera querido. Habría podido entrar en Versalles y poner al rey a sus pies.
Habría podido escribir una carta perfumada al papa y revelarse como el nuevo Mesías. Habría podido hacer todo esto y más, si lo hubiera deseado.
Poseía un poder más fuerte que el dinero, el terror o la muerte. El invencible poder de dominar el amor de la humanidad.
Sólo había una cosa que el perfume no podía hacer: No podía convertirle en una persona capaz de amar y ser amada como las demás.
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